Gracia Querejeta

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Gracia Querejeta
Cinco años después de 'Invisibles' y tras el enorme éxito de 'Accidente', la laureada serie de Netflix, Gracia Querejeta (Madrid, 62 años) regresa a la ... gran pantalla con 'La buena suerte', una cinta protagonizada por Hugo Silva y Megan Montaner, que adapta la novela homónima de Rosa Montero. Pablo, un arquitecto de éxito, viaja a Pamplona donde tiene previsto impartir una conferencia, pero cuando llega a la estación de Alcanadre, un pueblo perdido en La Rioja, otea un piso a la venta y decide bajar del tren, hacerse con él y apartar a un lado su propia vida. A partir de ahí comienza una película que irá descubriendo muy lentamente sus cartas.
-Es difícil hablar de esta película sin hacer espóiler. ¿Le preocupa?
-Es complicado, es cierto, pero no me preocupa mucho porque no es una película tipo Hitchcock sobre quién es el asesino. Quiero decir, que se descubra que habla de violencia intrafamiliar, de relaciones muy conflictivas entre padres e hijos y de hijos terribles que maltratan a sus familiares no es hacer espoilers.
-¿Cómo llegó la novela a sus manos y cuándo vio que había una posible película ahí?
-Yo leí la novela en su momento y me gustó mucho, pero no suelo leer novelas pensando en si puedo adaptarlas a película, lo tengo como muy disociado. Fue a Gerardo Herrero al que se le ocurrió años más tarde. La leí otra vez porque no me acordaba de todos los matices y encontré temas y sobre todo un tono de novela y de narración que yo creía que podía incorporar y hacer mío y por lo tanto aportar al espectador.
-No le preocupa lo de los espoilers, pero aún así la cinta mantiene su misterio durante buena parte del metraje. ¿Fue difícil?
-De hecho, fue lo más difícil para mí porque realmente es una cinta intimista, de sentimientos, sensaciones e interioridades, pero al mismo tiempo también es una película que no deja de tener algo de thriller policíaco. ¿Por qué? Simplemente porque hay un personaje que está perseguido por la justicia. Entonces eso te mete en una zona que para mí era más compleja porque no quería que eso de alguna manera tapase lo que de verdad a mí me importaba, que era toda la parte más emocional.
-En el fondo de todo, ya lo ha dicho, está la violencia intrafamiliar, de hijos a padres, un tema que apenas se ha tocado en la gran pantalla. ¿Por qué?
-Pues no me lo he preguntado nunca, pero aparece poco. Quizás porque es difícil para unos padres admitir que sus hijos les pegan, les maltratan, y no solamente a ellos sino también a los demás, porque se pueden sentir terriblemente culpables Los padres somos los primeros educadores, más allá del colegio, y esa situación crea una forma de vergüenza y de rechazo terribles. Yo cuando veo en los informativos pequeños que unas chicas han pegado a otra chica en la puerta de un colegio y que le han dado patadas, pienso, como dice Rosa Montero, también en las víctimas que son los padres. ¿Cómo se sentirán esos padres? Es una de las cosas más espeluznantes que te pueden pasar.
-¿Cuándo empezó a pensar en Hugo Silva para dar vida a Pablo?
-Pues no muy pronto, la verdad, porque yo a Hugo le he visto siempre en otros registros más cercanos a la comedia o a películas más ligeras. Pero poco a poco pensé que no era solamente que tuviera la edad o el físico, Pablo sobre todo lo que tenía que tener era mirada y Hugo la tiene. Le gustó el guion y nos lanzamos.
-Y en esa situación entra en su vida Raluca, a la que da vida Megan Montaner.
-Sí. Es un personaje de una luminosidad contagiosa y trastoca su vida en un momento terrible de su existencia. De pronto, Pablo se topa con alguien que le aporta un pequeño toque de esperanza a su espantosa vida.
-En el caso de Megan Montaner, ya había trabajado con ella en 'Sin identidad'.
-Sí y lo vi bastante enseguida, porque yo ya tenía la intuición de que íbamos a coincidir las dos en algún otro proyecto, después de 'Sin identidad', que para mí no tenía ningún interés. Eso me ha pasado mucho en la televisión. De la tele he aprendido muchas cosas muy buenas, aunque he tenido experiencias no tan buenas, pero casi siempre me he llevado algún actor o alguna actriz que me los he dejado como para mi buchaca.
-Conoce a Rosa Montero de toda la vida.
-Era amiga de mi padre. Ella era muy joven y yo, una niña casi, así que imagínate.
-Adaptar una obra de alguien con quien tienes una relación de mucha confianza, ¿da más miedo?
-Da más miedo, sin duda. Primero, porque es una doble responsabilidad, es una gran escritora, conocidísima, consagradísima, premiadísima, pero es que además es alguien realmente cercano, al que conoces de siempre, entonces el miedo a defraudar va por partida doble. Yo lo pasé mal cuando le entregué el guion.
-¿Y hay alguna forma de sobreponerse a ello?
-Tener cojones, es que no hay ninguna otra. O sea, o te atreves o no te atreves, pero como muchas cosas en la vida. O te tiras al monte o te quedas ahí en el pasto, una de dos.
-¿Qué 'feedback' recibió?
-Muy bueno, la verdad. Ella me acotó una serie de cosas que tenían que ver mucho con el personaje de Pablo y con su poca capacidad de diálogo, pero no mucho más. Entonces ya a partir de ahí me empecé a relajar.
-¿Ha sido muy costoso levantar un proyecto como este? Da la sensación de que cada vez es más difícil.
-Es terrorífico. Dan ganas de jubilarse, de verdad, te lo digo en serio. Es difícil levantar según qué tipo de proyecto porque estamos dependiendo de muchas circunstancias y de empresas que tienen su propia línea editorial, entonces si no encajas en esa línea editorial, es difícil encontrar la financiación.
-Pero antes también ocurriría, ¿no?
-Había otra cosa y desde las empresas financiadoras, como las televisiones, que eran tres o cuatro, había mucho más respeto por el productor independiente. Ahora mismo el productor independiente se está empezando a convertir, lamentablemente, en un gestor de dinero, un intermediario entre un equipo de cine y los entes que financian. Y eso es tristísimo, porque si hay algo que necesita un director en su vida es un buen productor, que sea por una parte su compinche y por otro lado su frontón. O por lo menos esa es mi escuela.
-Éxitos como los que ha tenido con 'Accidente' en Netflix, ¿no le proporcionan algo más de libertad o de independencia a la hora de elaborar sus propios proyectos?
-Ese fruto aún no lo he visto, pero sí te puedo decir una cosa, que lo que ha ocurrido con 'Accidente' a mí me dejó completamente atónita porque de repente me caí del guindo. Cuando me empezaron a decir es número uno en Japón, número uno en Australia, número uno en México, número uno en Colombia... O sea, en el mundo entero, salvo en Estados Unidos, que nos quedamos los segundos. Yo me quedé asombrada, porque pensé que jamás haré nada de cine que pueda ni acercarse remotamente a la cantidad de personas que van a ver lo que yo he rodado y lo que yo he podido aportar a esta serie. Así que te cambian un poco los parámetros.
-¿A qué aspira?
-Pues a poder combinar ese tipo de televisión, con la que yo me he sentido realmente cómoda, y a contar de vez en cuando las pequeñas historias que a mí me gusta contar. Eso sería lo ideal, pero no es fácil, porque, por ejemplo, piensa que una película como 'Invisibles', que es una película pequeñísima de presupuesto y que rodamos en cuatro semanas costó más de tres años levantarla. Y es una auténtica pasada. ¿Me va a ayudar el éxito de Accidente? Pues la verdad es que no tengo ni idea, no lo sé, pero debería ser mi red para tener un pequeño plus de margen de confianza para poder contar historias.
-Fue de las primeras mujeres cineastas en España. ¿Siente que ha abierto camino?
-Ninguno. Nunca me lo planteo, jamás. Creo que tenía que llegar el momento en que hubiera muchas más mujeres de las que había cuando yo empecé en los noventa, y ha llegado ese momento también porque ha habido una conciencia política del tema y una voluntad política de que eso fuera así. Entonces, entre unas cosas y otras, se ha impuesto una cosa que tenía que lógicamente pasar. Y está bien que pase, claro, por supuesto que sí.
-¿La igualdad real llegará cuando dejemos de hablar de este tema?
-Desde luego, cuando ya no sea una novedad.
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