Parte del estanco afectado por el incendio en 1992. HOY
Crónica Negra en Extremadura

El crimen de la estanquera que indignó a Montijo

Ocurrió en 1992 y fue el tercer asesinato en cuatro meses en la localidad y causó un gran impacto aunque los autores fueron detenidos solo unas horas después

Sábado, 7 de junio 2025, 08:08

Agua, sangre, cristales rotos y hollín. Era el panorama que ofrecía a primera hora de la tarde el estanco situado en el número 41 de ... la calle Méndez Núñez, de Montijo, de donde una ambulancia había llevado moribunda a Catalina tras perder enormes cantidades de sangre por una herida en el cuello hecha por un objeto cortante. Poco después fallecía». Así arrancó la sección de Región del diario HOY el 8 de marzo de 1992. El crimen de la estanquera de Montijo conmocionó a la región y profundizó una herida abierta en la localidad.

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El de Catalina fue el tercer crimen violento en Montijo en cuatro meses y la indignación y el cariño a la estanquera hicieron que su entierro se convirtiese en un homenaje con miles de personas.

Las circunstancias de su muerte fueron terribles. Catalina solía cerrar su estanco a las tres de la tarde. Un cuarto de hora después de esa hora un vecino que pasaba por la calle vio que salía humo del local y dio la voz de alarma.

Acudieron los bomberos junto con Protección Civil, la Policía Local y la Guardia Civil. Encontraron a la propietaria del local, de 61 años, en un charco de sangre. Fue trasladada al centro de salud, pero no se pudo salvar su vida. La trastienda esta ardiendo. La puerta que comunicaba con el domicilio de la víctima estaba cerrada, pero no la trasera que daba a la calle, por donde los investigadores sospecharon inmediatamente que habían huido los responsables.

El suceso dejó impactados a los vecinos, que apreciaban mucho a esta vecina. La estanquera, viuda desde hace años y sin hijos, estaba considerada como una mujer muy trabajadora.

Testigos menores

Solo unas horas después de su muerte, los responsables fueron detenidos. El asesinato se resolvió en tiempo récord gracias a unos niños que jugaban al fútbol en el exterior del estanco y vieron el coche de la huida. Le dieron la descripción a la Guardia Civil, que fue capaz de localizar un Renault 12 y a su propietario, un joven de 25 años. Los agentes se presentaron en su casa alegando que debían comprobar unos papeles de un vehículo y lo arrestaron. Horas después, de madrugada, localizaron al otro implicado.

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En la casa de uno de ellos localizaron prendas con sangre y a la afueras de Montijo, en un polígono, el cuchillo de cocina que se usó en el crimen y restos de otras prendas calcinadas. Poco después uno de los implicados confesó, el otro aseguró que se había limitado a conducir el coche.

Con el paso de los días se fueron conociendo detalles que dolieron mucho a los vecinos, que conocían tanto a la víctima como a las familias de los implicados. Supieron por ejemplo que uno de ellos entró en el estanco encapuchado porque Catalina lo conocía y no quería que le reconociese. La víctima le arrancó la protección y entonces se produjo la agresión.

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El juicio se celebró en abril de 1995. El Fiscal pidió 30 años de prisión por un delito de homicidio y tres meses por incendio intencionado.

En su declaración, uno de los implicados explicó que ambos se dirigieron en el Renault 12 a las inmediaciones del estanco y cogieron un cuchillo de cocina que había en la guantera. Mantuvo este procesado que su compañero se quedó en el coche mientras él escaló la pared del patio de la casa contigua y desde allí entró en el comercio por una ventana. Fue capaz de localidad 45.000 pesetas (270 euros en la actualidad). Sin embargo, fue descubierto por la dueña del local, con la que mantuvo un forcejeo y él mismo recibió cortes en los brazos.

El procesado, por tanto, reconoció el atraco pero negó ser consciente de haber asesinado a la mujer. Su abogado alegó el eximente de enajenación mental, por lo que pidió su absolución.

Este letrado alegó que su defendido estaba bajo el síndrome de abstinencia por su dependencia de las drogas. Un informe de la prisión indicó, además, que sufría un trastorno de la personalidad.

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En el juicio también se reveló que, tras el crimen, uno de los implicados se metió en el maletero del coche para no ser visto. El coche se dirigió a un descampado, donde se deshicieron del cuchillo y quemaron la prenda que le sirvió para tapar su rostro, así como una camiseta manchada de sangre.

Después, ambos jóvenes se fueron a la casa de uno de ellos para asearse y de allí viajaron a Badajoz para comprar varias dosis de droga. De vuelta en Montijo, cada uno fue por su lado. Uno de ellos, después de consumir sustancias, salió de copas.

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La acusación mantuvo que el segundo implicado sí había estado en el lugar del crimen y que incluso ayudó a escalar el muro al primero. Se basaron en las primeras declaraciones tras la muerte de Catalina. El Fiscal también insistió en que ambos sabían que se había producido el asesinato de la estanquera y que quemaron el negocio para eliminar las pruebas.

La Audiencia Provincial de Badajoz desveló su fallo a finales de mayo. Ambos fueron condenados a 26 años, 8 meses y un día de reclusión mayor por el homicidio y el robo y a 20 años de destierro de Montijo. Uno de ellos además, sumó a su condena un mes más por el incendio intencionado.

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Un clima complicado

El crimen de la estanquera es especialmente recordado por el clima en el que ocurrió, con la localidad de Montijo al límite. El entonces alcalde, Luis Grajera, tuvo que comparecer para tranquilizar a los vecinos. Negó que hubiese inseguridad.

Antes del de Catalina se habían producido otros dos. Cuatro meses antes un pastor, apodado 'el portugués', apareció muerto de un disparo en una finca cerca a la localidad. El mismo día que encontraron su cuerpo desapareció Adela, una mujer de Montijo.

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Adela apareció dos semanas después, asesinada en las aguas del canal. Fue detenido un hombre con el que se había marchado antes de desaparecer, otro vecino de la localidad, lo que volvió a remover los ánimos de una localidad dolida.

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