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C. J. Vinagre
MÉRIDA.
Viernes, 4 de abril 2025, 21:00
La expresión de «nunca llueve a gusto de todos» está siempre en boca de agricultores y ganaderos. Pocas veces existe unanimidad en los intereses de unos y de otros. Incluso en el caso los primeros, entre los que tienen cultivos leñosos también hay variedad de opiniones. A la vid y al olivo, en general, estas abundantes precipitaciones le han dado mucha vida. Pero a los que tienen árboles frutales, sobre todo a los de producción temprana, el daño es mayor.
Es lo que está ocurriendo con los productores de ciruela. Aunque hay que ser cautos en estos inicios de primavera sobre el impacto real del exceso de agua, hay una evidencia. Los árboles que han florecido estos días en las Vegas del Guadiana no han podido ser polinizados en gran medida.
Explican los fruticultores que las flores de los ciruelos solo están abiertas dos días a la espera de la polinización pero muchas abejas se han quedado en sus colmenas por lluvia. Esto implica que no todas las plantas darán fruto. La nectarina y el melocotón no sufren este problema al ser frutales que se autopolinizan. Según una estimación de UPA-UCE, un 30% de cosecha de ciruelo, de las variedades más tempranas, se han podido perder.
Mientras, los productores de tomate ven retrasada su dinámica previa de cultivo y apenas han podido hacer las tareas de preparación de la tierra pero la demora que ha conllevado la lluvia no es todavía significativa. Más riesgo hay en la aparición de enfermedades por este motivo en el caso de las variedades tempranas.
Donde no hay dudas sobre los beneficios de la sucesión de borrascas es en el sector ganadero. Los pastos están garantizados para buena parte del año. Y el agua en charcas o abrevaderos.
Si a eso le añadimos los grandes precios que están recibiendo especialmente los productores de ovino y terneros, con los de porcino también en buena dinámica, la felicidad es casi plena. Más aún en sectores ganaderos en los que se han producido reducciones sensibles de su censo en los dos últimos años. Se quitaron muchas cabezas por el costes derivados por la sequía de 2023 y la necesidad de mayor alimentación a base de piensos.
Las lluvias también han ayudado mucho a que el viñedo se regenere tras años con penalidades por la falta de agua en su gran zona productora, Tierra de Barros. Aunque en algunas parcelas se puedan ver zonas anegadas, no acarrean daños sensibles en esta época del año. Las enfermedades principales surgen con las heladas o el granizo con la primavera ya muy avanzada.
El olivar también ha recibido de buen agrado la abundancia de precipitaciones en este invierno, sumadas a las iniciadas en octubre pasado. Agua que asegura al menos un par de campañas de regadío normal en Extremadura. Quizás tres.
Todos los embalses relevantes de la cuenca del Guadiana (La Serena, Cijara, Orellana, García de Sola y Zújar) están por encima del 55% de su capacidad. Y en la cuenca del Tajo, donde la producción agroalimentaria basada en el regadío tiene menos peso, la situación es mejor aún. Hay, de momento, agua almacenada para rato.
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