Borrar
El bloc del cartero

Perdedores

Lorenzo Silva

Viernes, 06 de Junio 2025, 10:39h

Tiempo de lectura: 5 min

Vivimos tiempos de vencedores arrogantes y desproporcionados que no pierden un segundo en excusarse por sus procedimientos abusivos para imponerse al resto. Ni quienes bombardean lugares llenos de niños, ni los que maximizan sus beneficios des-haciéndose de quienes ya peinan alguna cana, ni los que se adueñan de un deporte y la pasión de sus aficionados para convertirlos en combustible para sus negocios, todos ellos aludidos por nuestros lectores, experimentan el menor rubor al actuar así para lograr sus objetivos. Dijo Milena Jesenská de Franz Kafka que su literatura representaba a quienes, sabiéndose débiles, avergonzaban con su rendición al vencedor más fuerte que ellos. Aunque la vergüenza sea ya algo del pasado, subsiste la dignidad de los que, como subraya nuestra carta de la semana, saben llevar su cruz.


LAS CARTAS DE LOS LECTORES

Lo fétido

¡Qué imagen! La silueta de una niña gazatí huyendo de entre las llamas en un edificio bombardeado por el ejército israelí. En esa silueta habita íntegra la inocencia. No se distingue el rostro, pues la inocencia de los niños es universal. La agresividad del fuego es la sinrazón, avivada por el soplo de la más execrable crueldad. Pero hay algo que no se aprecia. El olor. Esa niña, estoy seguro, no olió a madera quemada. Y hoy sabe de lo fétido del abandono, de la indiferencia, del hedor nauseabundo de las noches incólumes de los Césares. Esa niña conoce hoy el olor del dedo gordo de la Historia. ¡Qué imagen! ¡Qué vergüenza!

Francisco García Castro. Estepona


La hégira laboral

En la próxima década se jubilará el 60 por ciento de los funcionarios. Para garantizar el relevo generacional se convocarán más de cien mil plazas. El emprendimiento se ha estancado. La incertidumbre política, la excesiva burocracia, el aumento del absentismo laboral y de las bajas han contribuido a ello. Los sueldos de los empleados del sector privado ya no son, en general, competitivos, y el trabajador, a partir de los 45 años, se siente inseguro ante su futuro laboral. La conciliación familiar y laboral es otro aliciente para una hégira, una migración del sector privado al público que va calando no solo en jóvenes universitarios, sino en trabajadores cualificados descontentos. Está arraigando la cultura del funcionariado. Ahora bien, si no se incentiva al sector privado, ¿cómo va a sostenerse al funcionariado, a los pensionistas, jubilados, a sufragar las ayudas sociales y subsidios?

José María Torras Coll. Sabadell


Nos lo están robando

El fútbol se nos está yendo de las manos. No porque se juegue más rápido ni los entrenadores cambien de sistemas más que de chaqueta. Se nos va porque nos lo están robando: de los barrios a los despachos de Wall Street, vendido a jeques, a fondos de inversión y a gurús del marketing que ven en un escudo una franquicia y en un estadio un plató de televisión. El fútbol, que era de barro, sudor y gritos en la grada, ahora es de contratos inflados, cláusulas blindadas y anuncios con sonrisas forzadas. ¿Querías ver a tu equipo el domingo a las cinco? Ahora se juega un lunes a las diez porque manda el algoritmo. ¿Soñabas con que el equipo de tu ciudad compitiera contra los grandes? Olvídalo, el negocio solo tiene sitio para unos pocos elegidos. ¿Querías comprarte la camiseta de tu ídolo? Ve preparando el sueldo del mes. El fútbol sigue siendo hermoso, no por ellos, sino por nosotros, que seguimos pagando entradas, viajando kilómetros para ver un partido, cantando con la garganta rota aunque perdamos 3-0. Pero no nos tomen por tontos: si algún día el fútbol deja de ser nuestro, si lo convierten en un circo sin valores, entonces ¿para qué sirve?  

Carmen G. Coello. Correo electrónico


En pos del euskera

Cuando llegó el momento de escolarizar a mi hija, ya el castellano había desaparecido de la escuela pública vasca del pueblo. En las dos familias, la mía y la de su padre, todos teníamos como lengua materna el español, salvo mi suegra, que, criada en Durango en ambas lenguas, decía que había olvidado el euskera por falta de uso cuando se casó y se fue del pueblo. Decidimos, después de darle muchas vueltas, que fuera a la escuela pública y apostar por el euskera. En una tutoría, al final del primer curso, la andereño —maestra— me explicó con total naturalidad que mi hija destacaba y era muy trabajadora, pero que, claro, nunca podría llegar al nivel de niños que hablaban euskera en sus casas. El euskera se convertía así en un techo de cristal que impediría a mi hija dar lo mejor de sí misma. Al final del siguiente curso, nos despedimos con tristeza de nuestra escuela. Recalamos en un colegio concertado teóricamente trilingüe que pronto resultó ser un escondite para quienes huían del euskera. El que pretendieran que se aprendiera euskera sin dar normas, a base de usarlo, no ayudaba a los niños más que a perderse y a sumar el rechazo que ya traían de casa. Abandonado el euskera por el propio colegio, pregunté a la profe del asunto cómo y dónde podría complementar el estudio del euskera porque a mi hija le gustaba y a mí me parecía preciso que pudiese sacarse algún perfil. Asombrada me dijo que nunca nadie le había preguntado eso. Cierto, pues no me dio respuesta. Acudí al euskaltegi del pueblo de al lado, donde pronto descubrieron que yo era una española. Y me dijeron que lo que tenía que hacer era mandar a mi hija a la ikastola. Que los euskaltegis no estaban para eso. Por fin, consiguió un título, que espera mejorar, que acredita que tiene un cierto nivel de euskera. Fue en la Escuela Oficial de Idiomas, por libre pues ningún horario era compatible con el escolar. Y comparto nuestra experiencia porque oigo hablar de un «plan de choque» cuando lo primero es evitar que el encuentro con el euskera sea un auténtico choque para los niños, pues sabido es que se aprende mejor lo que se ama, que la ilusión alimenta el talento y que todo esfuerzo ha de recibir su recompensa.

Teresa Rivera. Urduliz (Bizkaia)


LA CARTA DE LA SEMANA

Perdedores

texto alternativo

+ ¿Por qué la he elegido?

Porque perdiendo, yendo con los perdedores y desde la pérdida también se gana.

Frente al culto a la imagen, al éxito, al dinero. Ante esta pedantería, petulancia y postureo. Bañados como estamos en falsedad, fatuidad y fingimiento. Todo es apariencia, adorno, maquillaje y falta de naturalidad. Impregnados en vacío, simpleza y mentira. Solo la vanidad y la estupidez medran. Este mismo escrito peca de afectación y presunción. Y, frente a esta cultura del vencedor impostado, yo me decanto por el que pierde, que no perdedor. A mí me ponen las buenas personas. Las que madrugan para cumplir, las que suspenden y retoman de nuevo, las que cuidan y acompañan a ancianos, generosos en atención y paciencia. Derramo una admiración sangrante por los de la sonrisa perpetua pese a todo; por los que, despojos del desamor, aceptan y renuevan; por los que llevan su cruz, todos tenemos una, esperando a su Simón de Cirene que, obligado o dispuesto, la soporte y la comparta con él. En fin, por aquellos que, estando seguro de salir derrotados, persisten en la batalla.

Antonio Anta. Valladolid

MÁS DE XLSEMANAL