Hazmerreír de toda España
David Azagra es presunto culpable pero también víctima. Fue penoso verlo
Felipe Traseira
Miércoles, 4 de junio 2025, 23:12
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Felipe Traseira
Miércoles, 4 de junio 2025, 23:12
Ahora Alfonso Guerra aparece en los medios como un venerable anciano moderado, dando lecciones de buen gobierno a Pedro Sánchez, glosando la Transición o conferenciando ... sobre Antonio Machado. Pero cuando se convirtió en el todopoderoso vicepresidente del Gobierno de Felipe González era un furibundo populista, defensor de los descamisados, que se enfrentó a los socialdemócratas Solchaga, Boyer y Semprún. No andaba muy sobrado de ética personal, por lo que miró para otro lado cuando afloraron los múltiples casos de corrupción. Pensaba también que la izquierda tenía que aprovechar el momento para llenarse los bolsillos, lo mismo que la derecha lo había hecho antes. De ahí que cuando la corrupción llamó a su puerta, mudara en ciego y sordo. Desde el Congreso de los Diputados tronó iracundo contra quienes acusaban a su hermano Juan, amenazándoles con esgrimir informes contra ellos. Los socialistas transformaron España y nos introdujeron en Europa –qué duda cabe–, pero el poder terminó corrompiéndolos. Símbolo de tal corrupción fue el enriquecimiento desde un despacho de Juan Guerra, sin apenas formación académica, valiéndose de su parentesco con el todopoderoso Alfonso Guerra.
Y ahora los socialistas se encuentran de nuevo embarrados en una espesa corrupción, de la que mencionaré hoy la referida también a un par de despachos: uno creado exprofeso en la Diputación de Badajoz para David Azagra, hermano de Pedro Sánchez; otro para su mujer, Begoña Gómez, en la Complutense. Sánchez debiera haber indicado a su mujer y a su hermano que hubieran opositado a puestos menores de la Administración, prestándoles ayuda en cuanto a consejos y formación. Pero no colocarles –presuntamente– al margen de méritos y capacidades, en puestos a su medida y extraordinariamente remunerados.
En el caso de Juan Guerra tal vez la iniciativa de crear el despacho fuera del propio Juan Guerra, dándose luego Alfonso por no enterado, pero en los casos de Begoña Gómez y David Azagra la iniciativa debió partir del propio Pedro Sánchez. Cómo iba a olvidarse de los más necesitados de su familia, ahora que tenía tanto poder. No lo dudó. Como tampoco el ahora aforado Miguel Ángel Gallardo, que hizo el favor a Sánchez de colocar al desvalido hermano de Sánchez. Y para defenderse no ha dudado en dar una buena dentellada al prestigio de la Asamblea de Extremadura, consiguiendo su aforamiento. Ticnado de presunta corrupción, quiere plantar cara a la presidenta Guardiola. En su retórica progresista no se cansará de defender la libertad y la igualdad, tan necesarias tanto individual como colectivamente. Cervantes, en 'El coloquio de los perros', hará decir al perro Berganza: «Aunque me quitaron el comer, no me pudieron quitar el ladrar». Pero tanto la igualdad como la libertad no son meras declaraciones de intenciones. Ambos valores se sustentan en la ley, algo que Sánchez y Gallardo incumplieron al enchufar a su hermano en la Diputación. Ambos son los presuntos culpables; David Azagra es presunto culpable pero también víctima, al convertirlo en harmerreír de toda España. Fue penoso verlo.
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